Homilía del domingo XXV del Tiempo ordinario -B- Sabiduría 2, 12.17-20 Santiago 3, 16-4, 3 Lectura del santo Evangelio según san Marcos 9, 30-37 “QUIEN QUIERA SER EL PRIMERO, QUE SEA EL ÚLTIMO DE TODOS” (MC 9:35) En el camino a Jerusalén, Jesús sigue instruyendo a sus discípulos sobre el final que le espera. Insiste una vez más en que será entregado en manos de los hombres y estos lo matarán, pero Dios lo resucitará. Marcos señala que "no entendían lo que les quería decir, pero les daba miedo preguntarle".
No es difícil adivinar en estas palabras la pobreza de muchos cristianos de todos los tiempos. No entendemos a Jesús y nos da miedo ahondar en su mensaje. Las lecturas de este domingo nos proponen dos lógicas que se oponen la una a la otra: Una está animada por los deseos de justicia y de paz, por la apertura a los hermanos y a Dios; la otra busca el poder, la dominación, el placer, la satisfacción inmediata. Cada lectura nos empuja a preguntarnos qué es lo que guía nuestras decisiones diarias. El Libro de la Sabiduría nos habla de los judíos exiliados en Alejandría. Allí viven en otra cultura y los griegos se burlan de ellos porque se llaman a sí mismos “hijos de Dios”. En esta comunidad muchos han perdido la fe y abandonado las prácticas religiosas, pero muchos de sus compatriotas no soportan y reprochan la fidelidad de algunos. Las dificultades de estos creyentes son también las nuestras. Vivimos en un mundo indiferente y hostil a la fe. Pero tenemos la esperanza de que el mal, el odio y la injusticia no tienen la última palabra. Todas las pruebas por las que pasa la Iglesia hoy son un llamado a unirnos más al Señor. Podemos contar con El, con su Amor siempre presente en medio de nosotros. La carta de Santiago denuncia “los celos y las rivalidades que llevan al desorden y a todo tipo de malas acciones contra los hermanos”. El apóstol nos recomienda unirnos a “la sabiduría que viene de lo alto”. Esta sabiduría “es, en primer lugar, intachable y, además, es apacible, comprensiva, conciliadora, llena de misericordia y buenos frutos, imparcial y sincera”. (Santiago 3, 16-4, 3) Santiago nos repite que la verdadera luz la encontramos en la sabiduría que viene de Dios. Las enseñanzas de Jesús a los apóstoles están también dirigidas hoy a nosotros, a quienes recorremos la senda de la vida. Jesús nos orienta cómo avanzar por ella y nos muestra la importancia del servicio a los demás. El más grande es aquel que sirve y se preocupa por sus hermanos. El que busca el poder, las adulaciones, las riquezas o sus propios intereses no es el más importante en la lógica de Jesús y de todos los cristianos. La verdadera grandeza es la acogida y el servicio a los más pequeños. Este servicio ha sido elevado al rango de servicio a Dios. A través de las tres lecturas de este domingo es Dios quien nos habla: El justo que sufre nos hace pensar en aquellos cristianos perseguidos y obligados a huir de su país. La carta de Santiago habla de aquellos que viven de las intrigas, porque quiere liberarnos de la búsqueda de nosotros mismos. El Evangelio nos recuerda que los grandes son aquellos que tienen el corazón abierto a Dios y a los hermanos. La liturgia de hoy nos invita a ser una Iglesia “al servicio” de los demás, en particular, de los más vulnerables. Recordemos lo que Jesús dijo un día: “Lo que hacéis a uno de estos más pequeños, es a mí a quien lo hacéis”. Para esta misión no estamos solos. En cada misa, el Señor nos alimenta con su palabra y con su cuerpo. Este encuentro con Él es verdaderamente el momento más importante de la semana y del día. Jesús quiere que lo sigamos por el camino del amor, del servicio, dejando de lado toda forma de egoísmo. P. Amílcar Ferro, mxy Les commentaires sont fermés.
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Octobre 2021
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