Exhortación apostólica ‘Evangelii gaudium’ del papa Francisco

Todos somos discípulos misioneros
120. En virtud del Bautismo recibido, cada miembro del Pueblo de Dios se ha convertido en discípulo misionero (cf. Mt 28,19). Cada uno de los bautizados, cualquiera que sea su función en la Iglesia y el grado de ilustración de su fe,es un agente evangelizador, y sería inadecuado pensar en un esquema de evangelización llevado adelante por actores calificados donde el resto del pueblo fiel sea sólo receptivo de sus acciones. La nueva evangelización debe implicar un nuevo protagonismo de cada uno de los bautizados.
Esta convicción se convierte en un llamado dirigido a cada cristiano, para que nadie postergue su compromiso con la evangelización, pues si uno de verdad ha hecho una experiencia del amor de Dios que lo salva, no necesita mucho tiempo de preparación para salir a anunciarlo, no puede esperar que le den muchos cursos o largas instrucciones.
Todo cristiano es misionero en la medida en que se ha encontrado con el amor de Dios en Cristo Jesús; ya no decimos que somos « discípulos » y « misioneros », sino que somos siempre « discípulos misioneros ». Si no nos convencemos, miremos a los primeros discípulos, quienes inmediatamente después de conocer la mirada de Jesús, salían a proclamarlo gozosos: « ¡Hemos encontrado al Mesías! » (Jn 1,41). La samaritana, apenas salió de su diálogo con Jesús, se convirtió en misionera, y muchos samaritanos creyeron en Jesús « por la palabra de la mujer » (Jn4,39). También san Pablo, a partir de su encuentro con Jesucristo, « enseguida se puso a predicar que Jesús era el Hijo de Dios » (Hch 9,20). ¿A qué esperamos nosotros? .
120. En virtud del Bautismo recibido, cada miembro del Pueblo de Dios se ha convertido en discípulo misionero (cf. Mt 28,19). Cada uno de los bautizados, cualquiera que sea su función en la Iglesia y el grado de ilustración de su fe,es un agente evangelizador, y sería inadecuado pensar en un esquema de evangelización llevado adelante por actores calificados donde el resto del pueblo fiel sea sólo receptivo de sus acciones. La nueva evangelización debe implicar un nuevo protagonismo de cada uno de los bautizados.
Esta convicción se convierte en un llamado dirigido a cada cristiano, para que nadie postergue su compromiso con la evangelización, pues si uno de verdad ha hecho una experiencia del amor de Dios que lo salva, no necesita mucho tiempo de preparación para salir a anunciarlo, no puede esperar que le den muchos cursos o largas instrucciones.
Todo cristiano es misionero en la medida en que se ha encontrado con el amor de Dios en Cristo Jesús; ya no decimos que somos « discípulos » y « misioneros », sino que somos siempre « discípulos misioneros ». Si no nos convencemos, miremos a los primeros discípulos, quienes inmediatamente después de conocer la mirada de Jesús, salían a proclamarlo gozosos: « ¡Hemos encontrado al Mesías! » (Jn 1,41). La samaritana, apenas salió de su diálogo con Jesús, se convirtió en misionera, y muchos samaritanos creyeron en Jesús « por la palabra de la mujer » (Jn4,39). También san Pablo, a partir de su encuentro con Jesucristo, « enseguida se puso a predicar que Jesús era el Hijo de Dios » (Hch 9,20). ¿A qué esperamos nosotros? .
No a una economía de la exclusión
53. Así como el mandamiento de « no matar » pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir « no a una economía de la exclusión y la inequidad ». Esa economía mata. No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es inequidad. Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil.
Como consecuencia de esta situación, grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida. Se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar. Hemos dado inicio a la cultura del « descarte » que, además, se promueve.
Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y de la opresión, sino de algo nuevo: con la exclusión queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se está fuera. Los excluidos no son « explotados » sino desechos, « sobrantes ».
Como consecuencia de esta situación, grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida. Se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar. Hemos dado inicio a la cultura del « descarte » que, además, se promueve.
Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y de la opresión, sino de algo nuevo: con la exclusión queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se está fuera. Los excluidos no son « explotados » sino desechos, « sobrantes ».
Las 7 claves para entender a Francisco
Su método: Descongelar el Concilio y hacerlo carne y vida del "pueblo de Dios"
(José Manuel Vidal).-
Hace un año estallaba la "primavera" en la Iglesia de la mano del Papa "venido del fin del mundo". Una primavera similar a la puesta en marcha, 50 años antes, por Juan XXIII, el Papa Bueno, con el Vaticano II. La de Francisco consiste, precisamente, en descongelar el Concilio, aplicarlo en todas sus potencialidades, hacerlo carne y vida del "pueblo de Dios". El Concilio y, sobre todo, el Evangelio.
Una primavera que cuaja a buen ritmo. Primero fueron los gestos y las portadas de los medios de comunicación de medio mundo. Signo de la curiosidad suscitada por la revolución del Papa Bergoglio fuera de los muros de la Iglesia, síntoma de la ausencia de otros líderes creíbles en el panorama mundial y confirmación de que la fe es noticia "urbi et orbi" en la aldea global. Después vinieron las decisiones y, sobre todo, el cambio de tendencia. ¿Cuáles son las las claves de la primavera de Francisco?
1/ Cambio de paradigma del papado
Bergoglio no quiere ser un superman ni siquiera un Santo Padre. Se llama a sí mismo obispo de Roma y, en un año, ha conseguido cambiar el modo de ejercer el papado. Primero, en el espacio. Abandonando el Palacio apostólico y viviendo en la residencia Santa Marta desacraliza el espacio papal. Es como si el Rey dejase la Zarzuela para irse a vivir a Vallecas. Después, en el tiempo, que dedica masivamente no a los vips, sino a los pobres, a los humildes, a los enfermos, a su pueblo, a la gente que le aclama cada miércoles y cada domingo y se convierte, así, en su escudo protector. Y, pro último, en el ejercicio de su rol: El Papa gobierna pero asesorado por un Consejo de cardenales. En colegialidad, en sinodalidad, en corresponsabilidad. Un Papa normal que, como él mismo dice, "ríe, llora, tiene amigos" y "hasta comete pecados".
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(José Manuel Vidal).-
Hace un año estallaba la "primavera" en la Iglesia de la mano del Papa "venido del fin del mundo". Una primavera similar a la puesta en marcha, 50 años antes, por Juan XXIII, el Papa Bueno, con el Vaticano II. La de Francisco consiste, precisamente, en descongelar el Concilio, aplicarlo en todas sus potencialidades, hacerlo carne y vida del "pueblo de Dios". El Concilio y, sobre todo, el Evangelio.
Una primavera que cuaja a buen ritmo. Primero fueron los gestos y las portadas de los medios de comunicación de medio mundo. Signo de la curiosidad suscitada por la revolución del Papa Bergoglio fuera de los muros de la Iglesia, síntoma de la ausencia de otros líderes creíbles en el panorama mundial y confirmación de que la fe es noticia "urbi et orbi" en la aldea global. Después vinieron las decisiones y, sobre todo, el cambio de tendencia. ¿Cuáles son las las claves de la primavera de Francisco?
1/ Cambio de paradigma del papado
Bergoglio no quiere ser un superman ni siquiera un Santo Padre. Se llama a sí mismo obispo de Roma y, en un año, ha conseguido cambiar el modo de ejercer el papado. Primero, en el espacio. Abandonando el Palacio apostólico y viviendo en la residencia Santa Marta desacraliza el espacio papal. Es como si el Rey dejase la Zarzuela para irse a vivir a Vallecas. Después, en el tiempo, que dedica masivamente no a los vips, sino a los pobres, a los humildes, a los enfermos, a su pueblo, a la gente que le aclama cada miércoles y cada domingo y se convierte, así, en su escudo protector. Y, pro último, en el ejercicio de su rol: El Papa gobierna pero asesorado por un Consejo de cardenales. En colegialidad, en sinodalidad, en corresponsabilidad. Un Papa normal que, como él mismo dice, "ríe, llora, tiene amigos" y "hasta comete pecados".
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